Allí donde hay luz en la grieta, me desafiaste....
Saliendo de las sombras, a la vía oscura, vacía, bajo de la destrozada piedra de balastro.
Sólo tenía en los ojos el acerado brillo de las vías, fijo allí como una marca a fuego.
Como si hubiera golpeado la enorme campana del corazón mismo del silencio
Las vías se extendían ante él.... no en vía doble sino en un único sentido.
Porque inmediatamente después de la bifurcación de las agujas, el último destello de los dientes se extinguía en la herrumbre
(—¡Asustado! !Asustado! ¡No mires!)
Arrancó su mirada de allí, y lanzó unos ojos frenéticos a su alrededor. A la izquierda, la desportillada pared de ladrillos del almacén excluía el oeste y la humanidad, a la derecha y detrás de él, se alzaba el reborde del montón de desechos, delante, el fin de la tierra y el resplandor de los raíles
— ¡Entonces ve! ¡Entonces ve!
¡Corría! Pero ninguna luz lo alcanzó, ninguna llama de fuego intolerable. Sólo, en sus oídos, el hueco chasquido del hierro perduraba.
¡Aquel ruido! Aquel ruido había venido de allí. Todos sus sentidos se tendieron hacía el muelle, lucharon con el silencio y la sombra... ¿Vacía?
Si.... vacía. Sólo sus huecas narices discernían el movimiento en la quietud; sobre el raíl.
El esplendor, amortajado de la tierra, el titán dormido en su guarida, desdeñoso.
Y sus ojos se levantaron y era el último cruce, y más allá, más allá del tren elevado, como en el pozo de occidente, el último borrón de rosa, manchando el tallo del tembloroso y dentellado cáliz de la piedra tensa de la noche, con las heces del día
Espantado, el último nervio aullador sobrevivía a zarpazos...
(Como sobre bisagras, enormes y vacíos espejos se alzaron y oscilaron lentamente quedando cara a cara. Dentro del vidrio delantero, enormes paneles se desplegaron, creando un guiño constante de páginas opacas hasta que un pasillo sin fin se perdió en la noche.)
Y la pared se perdió y era un cuadrado de acera con una huella encima medio verde y medio negra.....
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