Yo llevaba muchos meses presenciando esta escena tres veces al
día, pero la costumbre no había logrado que mi mente la aceptara.
Por el contrario, cada día me irritaba más contemplarla, y todas las
noches me remordía la conciencia al pensar que me faltaba valor
para protestar. Una y otra vez me hacía el propósito de decir lo que
pensaba del asunto, pero había algo en los modales fríos y
despreocupados de mi compañero que lo convertía en el último
hombre con el que uno querría tomarse algo parecido a una libertad.
Su enorme talento, su actitud dominante y la experiencia que yo tenía
de sus muchas y extraordinarias cualidades me impedían decidirme a
enfrentarme con él.
Sin embargo, aquella tarde, tal vez a causa del cava que había
bebido en la comida, o tal vez por la irritación adicional que me
produjo lo descarado de su conducta, sentí de pronto que ya no podía
aguantar más.
––¿Qué ha sido hoy? ––pregunté––. ¿Morfina o cocaína? Javier
levantó con languidez la mirada del viejo volumen de caracteres
góticos que acababa de abrir.
––Cocaína ––dijo––, disuelta al siete por ciento. ¿Le apetece
probarla?
––Desde luego que no ––respondí con brusquedad––. Mi organismo
aún no se ha recuperado de la campaña de Afganistán y no puedo
permitirme someterlo a más presiones.
Mi vehemencia le hizo sonreír.
––Tal vez tenga razón, ––dijo––. Supongo que su efecto
físico es malo. Sin embargo, la encuentro tan trascendentalmente
estimulante y esclarecedora para la mente que ese efecto secundario
tiene poca importancia.
––¡Pero piense en ello! ––dije yo con ardor––. ¡Calcule lo que le
cuesta! Es posible que, como usted dice, le estimule y aclare el
cerebro, pero se trata de un proceso patológico y morboso, que va
alterando cada vez más los tejidos y puede acabar dejándole con
debilidad permanente. Y además, ya sabe qué mala reacción le
provoca. La verdad es que la ganancia no compensa la inversión.
¿Por qué tiene que arriesgarse, por un simple placer momentáneo, a
perder esas grandes facultades de las que ha sido dotado? Recuerde
que no le hablo sólo de camarada a camarada, sino como persona a
persona de cuya condición física es, en cierto modo,responsable.
No pareció ofendido. Por el contrario, juntó las puntas de los dedos
y apoyó los codos en los brazos de la butaca, como si disfrutara con
la conversación.
––Mi mente ––dijo–– se rebela contra el estancamiento. deme
problemas, deme trabajo, deme el criptograma más abstruso o el
análisis más intrincado, y me sentiré en mi ambiente. Entonces podré
prescindir de estímulos artificiales. Pero me horroriza la aburrida
rutina de la existencia. Tengo ansias de exaltación mental. Por eso
elegí mi profesión.
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