jueves, 26 de marzo de 2015

¿Le gusta ver nacer el sol ?




¿Y está usted satisfecha del resultado de sus es­fuerzos ?
No. Me atormenta mucho la diferencia que existe entre lo que sueño hacer y lo que hago. Siempre imagino hacer cosas que me resultan imposibles.
-No del todo. Usted ha creado una sombra de lo que soñaba. Si no es usted una artista en plena madurez, al menos lo que ha hecho es extraordinario. Hay detalles que debe de haber visto en sus sue­ños...



Toma la lámina de marfil pulido que tienes entre tus útiles de dibujo, mezcla tus más puros y delica­dos colores, elige tus más finos lápices y traza cuidadosamente el rostro más encantador que puedas imaginar.  Pero no; ¡alto! Nada de sentimentalismos. Sólo hace falta buen juicio y decisión. Dibuja las líneas armo­niosas y gráciles que te imaginas.

 ¡Ah, está pintando! Muy bien. 





Y sobre la mesa un poema recientemente publi­cado, una de aquellas excelentes producciones que se ofrecían al público.... ¡Nuestra época no es, en ese sentido, tan afortunada! No nos desalentemos, sin em­bargo. Sé que la poesía no ha muerto ni el genio se ha perdido. Así, pues, un día u otro demostrarán su existencia, presencia y li­bertad. Como potentes ángeles, se han refugiado en el cielo, y sonríen ante el triunfo de las almas. No; no está la poesía destrui­da ni desvanecido el genio....

domingo, 22 de marzo de 2015

" EL CUARTO ROJO "


«Menos mal que he corrido las cortinas», pensaba yo. Y deseaba con todo fervor que no descubriera mi es­condite, no lo hubiera encontrado probable­mente, ya que su sagacidad no era mucha.

-¿Qué hacías detrás de la cortina? 
-Leer.
-A ver el libro.
Lo cogí de la ventana y se lo entregué.
Tú no tienes por qué andar con nuestros libros. Eres inferior a nosotros. Tú no tienes di­nero, tu padre no te ha dejado nada y no tienes derecho a vivir con hijos de personas distinguidas como nosotros, ni a comer como nosotros, ni a vestir como nosotros.
No contesté a estas palabras. No eran nuevas para mí: las estaba oyendo desde que tenía uso de razón. Y sona­ban en mis oídos como un estribillo, muy desagradable sí, pero sólo comprensible a medias
El cuarto rojo no solía usarse nunca, a menos que hubiese una extraordinaria afluencia de invitados. Era, sin embargo, uno de los mayores y más majestuosos aposentos de la casa.
Pasé ante el espejo.... Involuntariamente mis ojos fascinados dirigieron una mirada al cristal. Todo parecía en el espejo más frío y más sombrío de lo que era en realidad, y la extraña figurita que, en el rostro lívido y los ojos brillantes de miedo, aparecía en el cris­tal se me figuraba un espíritu, uno de aquellos seres, entre hadas y duendes,que en las historias se aparecían a los viajeros solitarios.
Comenzaba a acosarme a la superstición. Pero no me dominaba del todo: aún quedaban en mi alma rastros de la energía que me infundiera mi rebeldía reciente

Yo no hacía nada malo, procuraba cumplir todos mis deberes y, sin embargo, se me consi­deraba fastidioso y travieso y se me reñía siempre, de la mañana a la tarde y de la tarde a la mañana, aunque retorciese el cuello a los pichones, matase las crías de los pavos reales, maltratase a los perros, cogiese las uvas de las parras y arrancase los retoños de las plantas más delicadas del invernadero.

«Es muy injusto», decía mi razón, estimulada por una precoz, aunque transitoria energía. Y en mi interior se forjaba la resolución de librarme de aquella situación de tiranía intolerable, o bien huyendo de la casa o, si eso no era posible, negándome a comer y a beber para concluir, muriendo, con tanta tortura.
Durante aquella inolvidable tarde la consternación reinaba en mi alma, un caos mental en mi cerebro y una rebeldía violenta en mi corazón. Mis pensamientos y mis sentimientos se debatían en torno a una pregunta que no lograba contestar: «¿Por qué he de sufrir así? ¿Por qué me tratan de este modo?

No lo comprendí claramente hasta pasados muchos años. Yo discordaba con el ambiente, yo no era como ninguno de los de alli. Me querían tan poco como yo a ellos. No sentían propensión alguna a simpatizar con un ser que ni en temperamento ni en inclinaciones se les asemejaba, con un ser que no les era útil ni agradable en nada. Si yo, al menos, hubiera sido una niña juguetona, guapa, ale­gre y atrayente, mi tía me hubiera soportado mejor, sus hijos me hubieran tratado con más cordialidad.

 


La luz del día comenzaba a disiparse en el cuarto rojo. Eran más de las cuatro y la tarde se convertía, rápida, en crepúsculo. Yo oía aullar el viento y batir la lluvia en las ventanas. Mi cuerpo estaba ya tan frío como una pie­dra y, no obstante, cada vez sentía un frío mayor. Todo mi valor de antes se esfumaba. Mi acostumbrada humi­llación, las dudas que albergaba sobre mi propio valor, la habitual depresión de mi ánimo, recuperaban su imperio de siempre a medida que mi cólera decaía. Todos decían que yo era muy malo, y acaso lo fuese... ¿No acababa de ocurrírseme la idea de dejarme morir? Eso era un pecado y, además, ¿me sentía en efecto dispuesto a la muerte?
 ¿Acaso las tumbas situadas bajo el pavimento de la iglesia eran un lugar atracti­vo?
Pensé que bien pudiera suceder que el espíritu de mi tío, indignado por los padecimientos que se infligían al hijo de su her­mana, surgiese, ya de la tumba de la iglesia, ya del mun­do desconocido en que moraba, y se presentase en aque­lla habitación para consolarme. Yo sospechaba que tal posibilidad, muy confortadora en teoría, debía ser terri­ble en la realidad
No obs­tante, ahora tenía en mis manos aquel libro, tan querido para mí, y mientras pasaba sus páginas y contemplaba sus maravillosos grabados, todo lo que hasta entonces me causaba siempre tan infinito placer, me resultaba hoy turbador y temeroso..







  
 



sábado, 14 de marzo de 2015

" EL MUELLE DE LAS FLORES "

¿Dónde vas así, ciudadano, con tus hermosas botas?
Voy a París, ciudadano.
No te hagas el delicado. ¿Sabes dónde está el muelle de las Flores? No, pero esa palabra de flores me agrada. Me veo ya instalado en el muelle de las Flores. ¿Por dónde se va?
-Baja ahora todo recto la calle, y llegarás al muelle.
-Muelle, eso quiere decir que está junto al agua -Exacto.
-Y el agua, ¿es el Sena? -El mismo.
-¿El muelle de las Flores está a orillas del Sena, entonces?
-Conoces París mejor que yo, ciudadano. -Gracias, adiós
Esa palabra encantadora de «muelle de las Flores» le había engolosinado.Se imaginaba ya en un pequeño cuarto cuyo balcón daba sobre aquel maravilloso muelle de las Flores. Se olvidaba de diciembre y del cierzo, se olvidaba de la nieve y de esa muerte pasajera de toda la naturaleza. Las flores acababan de abrirse en su imaginación bajo el humo de sus labios; no veía más que jazmines y rosas, a pesar de las cloacas del barrio.
 




Cuando daban las nueve llegó al muelle de las Flores, que estaba perfectamente sombrío y desierto, como lo están los muelles del norte en invierno. No obstante, aquella noche esa soledad era más negra y más sensible que en otra parte. Tenía mucha hambre, tenía demasiado frío para filosofar en el camino; pero no había posada ninguna en aquel muelle.
Alzando los ojos vio por fin, en un rincón del muelle, una gran linterna roja, en cuyos cristales temblaba un cabo de vela grasiento.
El fanal colgaba y se balanceaba al final de una horca de hierro, muy propia, en aquel tiempo de revuelta, para colgar a un político. No vio más que estas palabras escritas en letras verdes sobre el cristal rojo:
Se alquila - Cuartos y gabinetes amueblados. Golpeó con fuerza en la puerta de una avenida; la puerta se abrió y el viajero entró a tientas.
Una voz ruda le gritó. -¡Cierra la puerta!
Y un gran perro que ladraba parecía decirle:
¡Cuidado con las piernas!
Estaba tan contento que pagó quince días por adelantado, por miedo a que fueran a discutirle la posesión de aquel alojamiento precioso.
Hecho esto, se acostó en una cama bastante húmeda; pero para un viajero de dieciocho años toda cama es una cama.
Y además, ¿cómo hacerse el difícil cuando se tiene la fortuna de alojarse en el muelle de las Flores?
  ¿no es siempre el paraíso el lugar en que se invoca a los ángeles?

 DE CÓMO ESTABAN CERRADOS LOS MUSEOS Y LAS BIBLIOTECAS; PERO DE CÓMO ESTABA ABIERTA LA PLAZA DE LA REVOLUCIÓN.....

jueves, 5 de marzo de 2015

" LA MONTAÑA HERIDA "



¿Acaso dejándome llevar por el "personaje" de siempre encuentro paz, amor, satisfacción, bienestar? Quizás efímeramente, pero sé desde lo profundo de mi ser que no son reales, que no son duraderos, porque no nacen del ser auténtico, del ser genuino, no nacen del alma.

Si soy yo el héroe de mi propia vida o si otro cualquiera me reemplazara. Para empezar mi his­toria desde el principio, diré que nací (según me han dicho y yo lo creo) un viernes a las doce en punto de la noche. Y,cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y yo a gritar simultá­neamente. Teniendo en cuenta el día y la hora de nacimiento, la en­fermera y algunas comadronas del barrio (que tenían puesto un interés vital en mí bastantes meses antes de que pudiéra­mos conocernos personalmente) declararon: primero, que estaba predestinado a ser desgraciado en esta vida, y se­gundo, que gozaría del privilegio de ver fantasmas y espíri­tus. Según ellas, estos dones eran inevitablemente otorgados a todo niño (de un sexo o de otro) que tuviera la desgracia de nacer en viernes y a medianoche. No hablaré ahora de la primera de las predicciones.. Respecto a la se­gunda, sólo haré constar que, a no ser que tuviera este don en mi primera infancia, todavía lo estoy esperando. Y no es que me queje por haber sido defraudado, pues si alguien está disfrutando de él por equivocación, le agradeceré que lo con­serve a su lado.
Tal era el estado de las cosas en la tarde de aquel memo­rable (puede excusárseme el llamarlo así) al importante vier­nes. No puedo vanagloriarme de haber sabido en aquella época lo que estoy contando, ni de conservar ningún re­cuerdo (fundado en la evidencia de mis propios sentidos) de lo que sigue:
—Alguien me tiene en brazos —susurró, lenta y soñadoramente—, alguien que ayudó en el nacimiento. Lleva un vestido verde y delantal blanco. Y un sombrero blanco, doblado hacia atrás en las esquinas. Las ventanas del cuarto son muy extrañas... tienen muchas secciones. El edificio es de piedra. Mi madre tiene el pelo largo y oscuro.Quiere abrazarme. Tiene puesto un camisón extraño... áspero. Duele frotarse contra él.
Es agradable estar al sol, abrigado otra vez .En mis intentos de comprender ese extraño y espectacular drama que se desplegaba en mi tranquilo y penumbroso escritorio, sin que el resto del mundo lo supiera, yo
quería verificar esa información.



Veo libros con cubiertas antiguas y raras. El grande se cierra con una correa. Es la Biblia. Hay letras grandes y extrañas... Idioma gaélico.. No tengo idea de si eran o no gaélicas.
—Vivimos tierra adentro, no cerca del mar.  Veo una granja con cerdos y corderos..  Veo la torre de la iglesia... un antiquísimo edificio de piedra.
¡Es tan poco lo que sabemos! Tú estás aquí para ser mi maestro. Tengo mucho que aprender. Por el conocimiento nos acercamos a Dios, y entonces podemos descansar. Luego regresamos para enseñar y ayudar a otros.
Quedé mudo. Era una lección posterior a la muerte de mi madre. No sonaba en absoluto como el modo de
hablar de ella, nunca se había expresado así, con ese vocabulario y esa fraseología. Hasta el tono de su voz era completamente distinto.
En ese momento no comprendí que, si bien había pronunciado las palabras, no discurría personalmente las ideas: estaba transmitiendo lo que se le decía. Más adelante identificó como fuente a los Maestros, almas altamente evolucionadas que en esos momentos no estaban en un cuerpo. Podían hablar conmigo a través de ella. Además de poder regresar a vidas pasadas, podía ahora canalizar el conocimiento del más allá. Bellos conocimientos. Yo me esfuerzo por no perder la objetividad. Sin embargo, relataba experiencias similares a las que describían esos escritos. Era una prueba, en cierto modo. Lástima que no hubiera más hechos, detalles más tangibles que yo pudiera verificar. Mi escepticismo fluctuaba, pero se mantenía. Tal
vez ella había leído sobre las experiencias de muerte en alguna revista, quizás había visto alguna entrevista en un programa de televisión. Pero iba más allá de esos escritos anteriores, transmitía mensaje desde ese estado....
Estaba en el camino.... ¿Hay algo en la cueva que puedas leer,  para que me indiques el nombre del
país, del lugar en donde vives o la fecha? En los muros no hay nada; están vacíos. No conozco el nombre.
—Hay un frasco blanco, una especie de frasco blanco. El asa de la tapa es de oro; está como incrustada en oro.
—¿Qué contiene ese frasco?
—Una especie de ungüento. Tiene algo que ver con el paso al otro mundo....




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