jueves, 5 de marzo de 2015

" LA MONTAÑA HERIDA "



¿Acaso dejándome llevar por el "personaje" de siempre encuentro paz, amor, satisfacción, bienestar? Quizás efímeramente, pero sé desde lo profundo de mi ser que no son reales, que no son duraderos, porque no nacen del ser auténtico, del ser genuino, no nacen del alma.

Si soy yo el héroe de mi propia vida o si otro cualquiera me reemplazara. Para empezar mi his­toria desde el principio, diré que nací (según me han dicho y yo lo creo) un viernes a las doce en punto de la noche. Y,cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y yo a gritar simultá­neamente. Teniendo en cuenta el día y la hora de nacimiento, la en­fermera y algunas comadronas del barrio (que tenían puesto un interés vital en mí bastantes meses antes de que pudiéra­mos conocernos personalmente) declararon: primero, que estaba predestinado a ser desgraciado en esta vida, y se­gundo, que gozaría del privilegio de ver fantasmas y espíri­tus. Según ellas, estos dones eran inevitablemente otorgados a todo niño (de un sexo o de otro) que tuviera la desgracia de nacer en viernes y a medianoche. No hablaré ahora de la primera de las predicciones.. Respecto a la se­gunda, sólo haré constar que, a no ser que tuviera este don en mi primera infancia, todavía lo estoy esperando. Y no es que me queje por haber sido defraudado, pues si alguien está disfrutando de él por equivocación, le agradeceré que lo con­serve a su lado.
Tal era el estado de las cosas en la tarde de aquel memo­rable (puede excusárseme el llamarlo así) al importante vier­nes. No puedo vanagloriarme de haber sabido en aquella época lo que estoy contando, ni de conservar ningún re­cuerdo (fundado en la evidencia de mis propios sentidos) de lo que sigue:
—Alguien me tiene en brazos —susurró, lenta y soñadoramente—, alguien que ayudó en el nacimiento. Lleva un vestido verde y delantal blanco. Y un sombrero blanco, doblado hacia atrás en las esquinas. Las ventanas del cuarto son muy extrañas... tienen muchas secciones. El edificio es de piedra. Mi madre tiene el pelo largo y oscuro.Quiere abrazarme. Tiene puesto un camisón extraño... áspero. Duele frotarse contra él.
Es agradable estar al sol, abrigado otra vez .En mis intentos de comprender ese extraño y espectacular drama que se desplegaba en mi tranquilo y penumbroso escritorio, sin que el resto del mundo lo supiera, yo
quería verificar esa información.



Veo libros con cubiertas antiguas y raras. El grande se cierra con una correa. Es la Biblia. Hay letras grandes y extrañas... Idioma gaélico.. No tengo idea de si eran o no gaélicas.
—Vivimos tierra adentro, no cerca del mar.  Veo una granja con cerdos y corderos..  Veo la torre de la iglesia... un antiquísimo edificio de piedra.
¡Es tan poco lo que sabemos! Tú estás aquí para ser mi maestro. Tengo mucho que aprender. Por el conocimiento nos acercamos a Dios, y entonces podemos descansar. Luego regresamos para enseñar y ayudar a otros.
Quedé mudo. Era una lección posterior a la muerte de mi madre. No sonaba en absoluto como el modo de
hablar de ella, nunca se había expresado así, con ese vocabulario y esa fraseología. Hasta el tono de su voz era completamente distinto.
En ese momento no comprendí que, si bien había pronunciado las palabras, no discurría personalmente las ideas: estaba transmitiendo lo que se le decía. Más adelante identificó como fuente a los Maestros, almas altamente evolucionadas que en esos momentos no estaban en un cuerpo. Podían hablar conmigo a través de ella. Además de poder regresar a vidas pasadas, podía ahora canalizar el conocimiento del más allá. Bellos conocimientos. Yo me esfuerzo por no perder la objetividad. Sin embargo, relataba experiencias similares a las que describían esos escritos. Era una prueba, en cierto modo. Lástima que no hubiera más hechos, detalles más tangibles que yo pudiera verificar. Mi escepticismo fluctuaba, pero se mantenía. Tal
vez ella había leído sobre las experiencias de muerte en alguna revista, quizás había visto alguna entrevista en un programa de televisión. Pero iba más allá de esos escritos anteriores, transmitía mensaje desde ese estado....
Estaba en el camino.... ¿Hay algo en la cueva que puedas leer,  para que me indiques el nombre del
país, del lugar en donde vives o la fecha? En los muros no hay nada; están vacíos. No conozco el nombre.
—Hay un frasco blanco, una especie de frasco blanco. El asa de la tapa es de oro; está como incrustada en oro.
—¿Qué contiene ese frasco?
—Una especie de ungüento. Tiene algo que ver con el paso al otro mundo....




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