— ¿Eres el vendedor de palabras?
— Para servirle respondí desde la penumbra para verla mejor.
—Tú piensas en palabras, para ti el lenguaje es un hilo inagotable que tejes como si la vida se hiciese al contarla.
En cambio yo pienso en imágenes congeladas en una fotografía. Sin embargo, ésta no está impresa en una placa, parece dibujada, es un recuerdo minucioso y perfecto, de volúmenes suaves y colores cálidos, renacentista, como una intención captada sobre un papel granulado o una tela.
Es un momento profético, es toda nuestra existencia, todo lo vivido y lo por vivir, todas las épocas simultáneas, sin principio ni fin.
Descarto las palabras raras y secas, las demasiadas floridas las que están desteñidas por el abuso, las que ofrecen promesas improbables, las carentes de verdad y las confusas, para quedarse sólo con aquellas capaces de tocar con certeza el pensamiento de los hombres y la intuición de las mujeres.
Cansada de recorrer está tierra maldita en guerras inútiles y derrotas que ningún subterfugio podía transformar en victorias.
Observo los ires y venires del mundo, para mi el alma habita en el habito de luz.
El cuerpo es sólo el sitio al que los recuerdos llaman hogar.
— ¿ Qué significa todo esto ? — pregunté
— Silencio, o te despacho rápido.
— Las damas de la noche están al otro lado de la vía, donde tienen la música.
— No te burles, esto es un asalto
— ¿Cómo dices?
— Espérame aquí, voy a fuera hacerme muy rico, te traeré regalos, vestidos y joyas de reina.
— ¿Cuantas veces he dicho que no me molestes?
Por favor, saca todo el mundo de la pieza y déjanos solos —me sopló al oído.
— Mejor así.
Tuve un escalofrío, temiendo que esa justiciera con aureola de santa me dijera que había eliminado intencionalmente a los hijos retardados para facilitar la justicia divina, o que no creía en Dios.
Y que se había dedicado hacer el bien en este mundo sólo porque en la balanza le había tocado esa suerte, para compensar el mal de otros, mal que a su vez carecía de importancia.
Puesto que todo es parte del mismo proceso infinito.
Era la única mujer joven en toda la extensión de esa tierra, quién sólo cruzaba el cerco de las rosas para matar a las liebres, y en esas ocasiones apenas se alcanzaba a vislumbrar el vuelo de su sombrero en medio de polvareda de infierno y un clamor de perros callejeros...