Ella no lloró. Durante un momento, no hizo nada. Recordó la
cueva de Palestina, la linterna. Probablemente, llegaría en algún momento de la
noche. Todo aquel viaje...
Bueno, le daría el papel, si le servía, y le contaría las
cosas que me habían dicho…
¿Como qué?
¿Como una boda o algo
por el estilo?
Carcajadas de ambos.
—No exactamente, ¡más bien como un funeral!
Están haciendo demasiado ruido, que tienen todas esas leyes
y que están difundiendo por todas partes que van a cargarse al pueblo, todos
ven televisión y leen sus libros como si fuera la Biblia. Se sirven del
lenguaje que utilizan, como Don Oscuro. Te digo que es lo más estúpido que he
visto en mi vida, querer quemarlo en la hoguera y usar las cenizas para
pinturas silvestres. Nunca lo conseguirán. No hay manera.
—Hostias, pues van al mismo lugar que nosotros, pero
nosotros vamos para alistarnos con todo si nos quieren.
Había intentado leer sus libros, (la historia completa de
los tíos Mandatarios, desde los tiempos más antiguos y todo el rollo), pero
habían demasiadas palabras largas y me dormía. Decían que sólo con que
consiguiese engancharme me encontraría el gusto y podría leerlo realmente rápido. Ellos siempre llevan
ejemplares consigo, y también del primero, cuyo título no puedo recordar nunca
correctamente. A veces, lo leo en voz
alta, pero no puedo seguir caigo en profundo sopor y concierto de ronquidos. Lo
saben todo, los viejos europeos. Saben cómo empezó, saben cómo podemos
continuar y continuar si aún estamos por aquí, y llegar a vivir años y
convertirnos en mármol.
—Joder! Esto es cojonudo. ¿No tenemos bastante con no poder andar
por un Seven Eleven sin que bajo sus luces la gente se te quede mirando?
Tú ya no necesitas
nada más del Seven Eleven, respondió con una calma absoluta, pero con toda la
razón del mundo.
Una vez, una persona de la gran ciudad dijo a su madre que
lo que hacía era realmente arte popular. «Se están riendo de ti» ¿No te
enteras? ¿Acaso compró o veo alguno de tus horrores?
¿Sabes lo que me
parecen esas cosas que hacen? Te voy a decir lo que me parecen. ¡Parecen
grandes mentiras de almacén de baratijas!
No discutir. Sólo ofrecer la otra mejilla.
BIENVENIDOS A GIN CITY.
DAMOS LA MANO SIN PENSARLO.
En la luz de la vela,
juntos, ella misma había quemado el incienso, había colocado ante ellos las
flores; había jurado no revelar nunca el lugar del santuario a menos que otros llegaran para destruirnos para robar a los que
tenía a su cargo y atracarse con glotonería
original y poderosa.
Pero de aquello hacía mucho tiempo, cuando el mundo estaba
dividido en tribus e imperios ,cuando héroes y emperadores eran divinizados en
un día, había tomado afición a las elegantes ideas filosóficas.
Ahora sabía qué significaba vivir. Díselo a la montaña, la
luz de la luna reflejada en la nieve la cegó un momento y ella levantó los ojos
a las estrellas, que parpadeaban a través de una delgada capa de nubes
pasajeras. Escuchó, para intentar oír otras voces que no escuchaban. Pero no oyó ninguna transmisión clara y vital,
sólo un leve palpitar, a mucha distancia, a sus espaldas, elevándose de la
oscura colmena.
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