––Adiós.
––Hasta la vista... ¡Ah! Si os habla de mí, decidle de mi parte que pronto le haré saber que no soy tan viejo, ni estoy tan inútil como ella piensa. ¿En qué estáis pensad que os sonreís de ese modo?
––Es cierto.. El hombre es un animal muy raro, que siempre tiende a lo que no tiene.
Desde que recibí las órdenes no .pienso más que en luchas. Desde luego se conoce al entrar en vuestra habitación. Tenéis aquí armas de todas clases, capaces de satisfacer el gusto más delicado. Supongo que tiraréis tan diestramente como antes.
––Tanto como vos antiguamente, o tal vez más. No hago otra cosa en todo el día.
––¿Y con quién?
––Con un buen tirador que tenemos de maestro.
––¿Aquí?
––En un convento de jesuitas hay de todo.––¿Sois ambicioso? Sí.
––Pues, querido, os puedo proporcionar riquezas, poder y libertad para hacer cuanto se os antoje.
Una sombra tan rápida como la que ondula en el mes de agosto sobre los sembrados, anubló la frente; pero no dejó de observarla, a pesar de la prontitud con que se disipó.
––Hablad. Voy a dirigiros otra pregunta: ¿estáis metido en política?
Un resplandor repentino avivó los ojos, tan rápido como la sombra que había pasado por su frente; pero no tanto que no le viese. Entonces os convendrán todas mis proposiciones, pueede ser.
––¿Habéis recordado algunas veces aquellos felices días de nuestra juventud que pasábamos riendo, bebiendo y batiéndonos?
––Sí, ciertamente, y más de una vez lo he echado de menos. ¡Qué tiempo aquel! ¡Dilectabile tempus!
––Pues, amigo, aquellos tiempos pueden renacer para nosotros. Tengo encargo de buscar a mis compañeros, y me ha parecido oportuno empezar por vos, que erais el alma de nuestra asociación.
––¡Volver yo a la política! ¡Si vierais con qué orden y con qué comodidad vivo! Ya sabéis cuán ingratos han sido los grandes con nosotros; pero puede que los grandes se hayan arrepentido de su ingratitud.
––Eso sería otra cosa Todo pecado merece perdón. Además de que en cierto modo tenéis razón, porque creo también que si alguna vez nos diese ganas de tomar cartas en los negocios de Estado, el mejor momento sería el actual.––¿Y cómo sabéis esto, vos que no os ocupáis en política? ––Porque sin ocuparme
personalmente, vivo en una región en que se atiende mucho a ella. Cultivando la poesía y haciendo el amor.
––He aquí, pues, mi primera opinión; mas como soy tan ignorante en estas materias, y como la humildad de que hago profesión me impone la ley de no atenerme a mi propio juicio.
Es un hombre insignificante, que sirvió y subió por intrigas; un personaje improvisado, sin nombre, que si hace carrera, será como hombre de partido. Amontonará escudos, malversará las rentas, cobrará para sí todas las pensiones y nunca gobernará por el derecho del más fuerte, del más grande o del más honrado. Parece, por otra parte, que el tal ministro no es lo que se llama un caballero, ni en su porte, ni en sus sentimientos, sino una especie de hbufón, un polichinela, un gracioso de sainete. ¿Le conocéis, acaso?
Me llena de orgullo, amigo querido, el haber coincidido, merced a mi vulgar penetración, con los pensamientos de la mayoria de personas.
––Ya veis, que aún conservo algo de mi antigua perspicacia.
Quizás haya hecho mal en hablaros con tanta franqueza.
––Es que he equivocado la palabra. No era eso, sino que viendo que las cosas se han embrollado cada vez más, dije: bueno será ver de qué lado sopla el viento,y emprender de nuevo la vida aventurera de otros tiempos. Entonces éramos hombres valientes, corazones estrechamente unidos; reunamos ,no los corazones, que jamás se han separado, sino los esfuerzos. Ahora se puede ganar algo más que un diamante
Nada tengo que ver con la política. Nunca abro el breviario, cuanto más se enreden las cosas menos ruido harán mis aventuras, y lo mejor de los dados es no jugarlos.
Estoy a tres leguas cortas de París, y como los caballos han descansado, en una hora me traslado allá.
En todo caso, si me necesitáis,me hallaréis en el convento de los jesuitas: desde las seis de la mañana a las
ocho de la noche por la puerta, desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana por la ventana.
––Adiós, amigos.