martes, 28 de octubre de 2014

" LA CASA-BARCO "



—Fíjate, inventos impresionantes que son inútiles o obsoletos antes de pasar un siglo (el barco de vapor, los globos); sin embargo, ¿sabes lo que significan después de seis mil años de galeras de esclavos y hombres a caballo? Ahora la bailarina de music-hall compra un producto químico para matar la simiente de sus amantes, y vive para llegar a los ochenta y cinco en una habitación llena de aparatos que enfrían el aire y se comen, literariamente, el polvo. Y, a pesar de todas las películas históricas y de los libros de historia de bolsillo que abordan a la gente desde cada local y desde cada tienda, el público no tiene una memoria exacta de nada; cada problema social se observa en relación a unas «normas» que, en realidad, nunca han existido;
la gente se imagina «privada» de los lujos de la paz y de la tranquilidad, y la paz y la
tranquilidad que, de hecho, nunca han sido propias de nadie ni de ninguna parte.

¿Quieres saber la diferencia clave? En la época presente hay una terrible soledad
que lo mina todo. No, escucharme.. Las calles de las ciudades eran mares de
humanidad; pero ahora, en esos altísimos edificios, almas de juicio nebuloso pululan en una lujuriante privacidad, mirando por la ventana televisiva a mundos inalcanzables al beso y al contacto. El amor a la soledad está destinado a producir una grandiosa acumulación en el conocimiento común, un nuevo nivel en la conciencia humana, un curioso escepticismo.
 —Supongo que no sabemos lo que es real o lo que es irreal.
Uno se queda mirando algo durante largo tiempo y de súbito se le aparece monstruoso. —Y en realidad había desviado la vista de ella para mirar el jarrón de flores del centro de la mesa. Flores secas de té, cayendo pétalo tras pétalo entre el aliento de una chica, helechos y zinnias púrpuras. ¡Y parecían tan extraños al mundo,
 Había visto mucho, había viajado mucho, y creo que había aprendido algo en mis viajes.



Me lo he preguntado muchas veces y nunca he encontrado respuesta satisfactoria. Lo más curioso es que, a pesar de toda su dulzura, creo que nunca me atreveré a preguntárselo; nunca me ha dicho la menor palabra fuera del respeto más profundo, y no me parece probable que quiera empezar ahora; pero no es un agua tranquila donde duermen semejantes pensamientos: es un agua muy profunda, y no puedo ver lo que hay en el fondo.y  me preo­cupa todavía más que las aficiones aventureras. Sin em­bargo, todo proviene del mismo manantial.

Dudo entre dos conclusiones que no pueden conciliar­se: o bien lo que sentía era general, inevitable, o bien era una cosa particular mía, de la que me hubiese podido librar. Cuando pensaba en aquellos castillos en el aire, en aquellos sueños de mi juventud, que no podían realizarse, reprochaba a la edad madura ser menos rica en felicidad que la adoles­cencia, y entonces aquellos días de felicidad, en una vieja casa, se levantaban ante mí como espectros del tiempo pasado, que podrían resucitar quizá en otro mundo, pero que yo no podía esperar revivir aquí abajo.

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