Cierra los ojos y mira la oscuridad.
Ése era el consejo que solía darme mi padre cuando de niño no podía dormir.
Ahora no querría que hiciera eso, pero he decidido seguir su consejo.
Miro fijamente la inmensa negrura que se extiende más allá de mis párpados
cerrados. Aunque estoy tumbado y quieto en el suelo, me siento colgado del
punto más alto que quepa imaginar; agarrado a una estrella en el cielo nocturno
con las piernas pendiendo sobre la fría y negra nada. Echo una última mirada
a la mano que sujeta la luz y me suelto. Caigo, luego floto, vuelvo a caer y final-
mente, aguardo la tierra de mi vida.
Ahora sé, como sabía cuando era ese niño que espantaba el sueño, que
detrás de la pantalla traslúcida de los ojos cerrados hay color. Me provoca, me
reta a abrir los ojos para impedir que me duerma. Destellos rojos y ambarinos
amarillos y blancos motean mí oscuridad. Me niego a abrirlos. Me rebelo y
aprieto los párpados aún más para bloquear los puntitos de luz, meras distraccio-
nes que nos mantienen despiertos pero que son un indicio que hay vida al otro lado.
Pero no hay vida en mí. Tendido al pie de la escalera, no siento nada.
El corazón me late deprisa; es el único púgil que queda en pie en el ring; un guante
rojo de boxeo se agita victorioso en el aire, negándose a rendirse. Es la única parte
de mí que se preocupa, la única parte que alguna vez se ha preocupado .
Lucha por bombear la sangre que debe curarme, reemplazar la que estoy perdiendo.
Pero ésta me abandona mí cuerpo tan deprisa como llega, formando un profundo
océano negro en torno a mí.
Deprisa, deprisa, deprisa. Siempre vamos con prisa, nunca vamos sobrados de tiempo. Tratando de llegar a alguna parte. Tendría que haber salido hace cinco minutos ya tendría que haber llegado. El teléfono vuelve a sonar y percibo la ironía.
De haberme tomado mi tiempo, ahora podría contestar.
Ahora; no entonces.
Podría haberme demorado todo el tiempo del mundo en cada uno de esos peldaños. e
Pero siempre vamos deprisa, Todos,salvo mi corazón, que está empezando a relentizarse
No me importa demasiado
Le diré: << Lo siento, corazón perdona que haya echado a perder tus oportunidades,mi oportunidad, nuestra oportunidad de pasar la vida juntos. Pero ahora cierra los ojos y mira la oscuridad, y juntos encontraremos el camino.>>
Quizás esté yendo deprisa otra vez. Quizá no me haya llegado la hora. Así que, esto
es lo que deberías hacer cuando todo se relentiza y los minutos transcurren lentamente, te lo tomas con calma, respiras despacio, abres bien los ojos y lo miras todo.
Lo asimilas todo. Haces un refrito de viejas historias, te acuerdas de personas. Momentos y lugares de antaño, hablas sobre esas cosas. Te detienes y te tomas tú tiempo para fijarte y hacer cosas que importan. Descubres las respuestas que no supiste encontrar en el crucigrama de ayer. Te tomas las cosas con más tranquilidad, dejas de intentar hacerlo todo enseguida, ahora mismo, sin más demora. Retienes a las personas que caminan detrás de ti sin importarte
En absoluto, notas que se impacientan porque te pisan los talones pero mantienes el paso.
No permitas que nadie te imponga su velocidad....
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